13 de septiembre de 2015

El derecho del consumidor usualmente ha estado en pañales a expensas de abusadores a quienes les importa un carajo que el comprador se irrite o no al sentirse estafado con productos recibidos y cualquier pataleo termina por lo regular en el zafacón del olvido.


No han faltado algunos mediadores en el escarceo entre vendedor y consumidor  que en su momento velaron a favor de los usuarios,  peroperdieron  la faja en el intento o simplemente fueron acallados porque poderosos intereses son reiterativos en mover su antena con una facilidad asombrosa.

Con Altagracia Paulino, directora de Pro consumidor, a no pocos el relajito se le ha puesto color de hormiga porque ella, como bien diría el vulgo, “no coge corte”.

Los abusos contra el consumidor rayan en la indignación con el pesar de que en algunos casos son visibles y en otros no,  para mayor abatimiento del afectado que deja las cosas así para no malgastar su tiempo.

No aplicar las sanciones correspondientes en cada caso o tratar de inhibir que la condena prevalezca motivaría un daño irreparable y hundiría aún más a la víctima consumidora que muchas veces opta por dejar pasar las insensateces.

A Pro Consumidor, en lugar de inhibirlo o quitarle poder sancionador, se le debe dar mayor autoridad para actuar en los casos pertinentes e ir menguando prácticas con raíces añejas que languidecen el bolsillo de los parroquianos. 

La protección del consumidor debe asumirse como un acto de lesahumanidad por esa gran cantidad de personas que hacen de tripas corazón para sustentar su mantenimiento y el de su familia.

Si no se sancionan a quienes manipulan a los consumidores con el engaño irreverente que se ha tornado en el pan nuestro de cada día, máxime en países que precisan seguir  madurando y fortaleciendo su conciencia, se caería en lo que algunos denominan hecatombe.

Un ejemplo trivial, si se quiere, es que usted va a un centro comercial y usualmente nunca tienen para devolverle un peso y se quedan con la moneda. Imagínese todos los pesos acumulados de esta manera. A algunas personas quizás no les haga falta un peso, o que le echen menos gas a su tanque de cocina, pero una buena mayoría si lo necesita.

El relajo en detrimento del consumidor debe ser enfrentado y sancionado con mayor rigor  contra todos aquellos que se dediquen a esa práctica, al margen de su abolengo y del dinero que puedan emplear para acallar voces.

Paulino se ha esforzado en hacer lo mejor en la función que ostenta, una  las mejores administraciones en ese desempeño, y lo menos que debe recibir es el apoyo de instituciones y sectores involucrados en la materia porque sin sanción todavía no se puede  hacer camino al andar  y tampoco se  debe retroceder a la anarquía.


Por  Cándida Figuereo
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El derecho del consumidor

El derecho del consumidor usualmente ha estado en pañales a expensas de abusadores a quienes les importa un carajo que el comprador se irrite o no al sentirse estafado con productos recibidos y cualquier pataleo termina por lo regular en el zafacón del olvido.


No han faltado algunos mediadores en el escarceo entre vendedor y consumidor  que en su momento velaron a favor de los usuarios,  peroperdieron  la faja en el intento o simplemente fueron acallados porque poderosos intereses son reiterativos en mover su antena con una facilidad asombrosa.

Con Altagracia Paulino, directora de Pro consumidor, a no pocos el relajito se le ha puesto color de hormiga porque ella, como bien diría el vulgo, “no coge corte”.

Los abusos contra el consumidor rayan en la indignación con el pesar de que en algunos casos son visibles y en otros no,  para mayor abatimiento del afectado que deja las cosas así para no malgastar su tiempo.

No aplicar las sanciones correspondientes en cada caso o tratar de inhibir que la condena prevalezca motivaría un daño irreparable y hundiría aún más a la víctima consumidora que muchas veces opta por dejar pasar las insensateces.

A Pro Consumidor, en lugar de inhibirlo o quitarle poder sancionador, se le debe dar mayor autoridad para actuar en los casos pertinentes e ir menguando prácticas con raíces añejas que languidecen el bolsillo de los parroquianos. 

La protección del consumidor debe asumirse como un acto de lesahumanidad por esa gran cantidad de personas que hacen de tripas corazón para sustentar su mantenimiento y el de su familia.

Si no se sancionan a quienes manipulan a los consumidores con el engaño irreverente que se ha tornado en el pan nuestro de cada día, máxime en países que precisan seguir  madurando y fortaleciendo su conciencia, se caería en lo que algunos denominan hecatombe.

Un ejemplo trivial, si se quiere, es que usted va a un centro comercial y usualmente nunca tienen para devolverle un peso y se quedan con la moneda. Imagínese todos los pesos acumulados de esta manera. A algunas personas quizás no les haga falta un peso, o que le echen menos gas a su tanque de cocina, pero una buena mayoría si lo necesita.

El relajo en detrimento del consumidor debe ser enfrentado y sancionado con mayor rigor  contra todos aquellos que se dediquen a esa práctica, al margen de su abolengo y del dinero que puedan emplear para acallar voces.

Paulino se ha esforzado en hacer lo mejor en la función que ostenta, una  las mejores administraciones en ese desempeño, y lo menos que debe recibir es el apoyo de instituciones y sectores involucrados en la materia porque sin sanción todavía no se puede  hacer camino al andar  y tampoco se  debe retroceder a la anarquía.


Por  Cándida Figuereo