16 de mayo de 2016

Sin ningún tropiezo al  igual que todas aquellas personas de la segunda y tercera edad, y en menos proporción los jóvenes en ese momento, llegué al lugar donde me correspondía ejercer el derecho al sufragio. Todos tenían en común cumplir con esa obligación lo antes posible.

Cada quien hizo su fila “india” conforme al lugar que le correspondía en aquel edificio del Colegio Don Bosco destinado a la enseñanza primaria hasta el bachillerato, de donde han salido excelentes estudiantes que concluyeron como meritorios profesionales de universidades dominicanas, parte de los cuales estaban en “su colegio” sufragando.

No pasó demasiado tiempo cuando se permitió la entrada de grupo en grupo para evitar aglomeraciones. Así fui a parar  a la mesa marcada con el número que indicaba la Cédula de Identidad y Electoral para todos aquéllos a quienes correspondía ese lugar.

En un santiamén hice mi elección y eché cada boleta en las urnas correspondientes (A, B y C). Me dieron mi cédula y…  Adiós.

Al razonar sobre el quehacer de sufragar en ese colegio electoral citado, en el  Distrito Nacional,  y en otros tantos escenarios donde se compareció  para cumplir con ese derecho cívico, se puede afirman que hubo buen resultado en sentido general a pesar de una que otra nimiedad.

Nadie hablaba de que iba a votar por fulano o mengano. Nada de eso. Y que bueno este comedimiento de los votantes, respetuosos y sabedores cada cual  de la persona o personas por las que iban a sufragar.

Los menos hicieron una que otra alharaca en otros entornos donde la votación marchaba a buen ritmo, aletazos que son propios de quienes están desesperados porque no confían en lo que tienen.  

El derecho al voto, como lo sabe todo dominicano, está consagrado en la Constitución proclamada el 26 de Enero del 2010 en el Título X del Sistema Electoral, Capítulo I de las Asambleas Electorales que en su Artículo 208 expresa: Es “es un derecho y un deber de ciudadanas y ciudadanos el ejercicio del sufragio para elegir a las autoridades de gobierno y para participar en referendos. El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su derecho al sufragio ni a revelar su voto”.

En otro orden, es bueno resaltar que  los procesos de votación dan lugar a una situación muy particular que en nada tiene que ver con el evento comicial. Resulta que son aprovechados por venduteros  que se colocan  en los alrededores de los establecimientos y hacen su “agosto” en mayo con la venta de alimentos rápidos para quienes gustan saborear temprano un café, un té o un emparedado.

En fin, sin alterar el orden, estos venduteros ambulantes ofrecen un servicio rápido que lleva satisfacción a quienes  hacen honor al dicho que reza  barriga harta, corazón contento.

Al margen de esos detalles precitados, y de una u otra  desavenencia que nada tiene que ver con el proceso electoral como tal, lo importante es el buen resultado de estos comicios desarrollados en paz en gran parte del territorio nacional. Es un proceso para cumplir un deber y retornar tranquilos a los hogares a esperar los resultados, teniendo presente que en toda pugna de esta naturaleza  siempre hay vencedores y vencidos.


Por Cándida Figuereo   
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Buen resultado

Sin ningún tropiezo al  igual que todas aquellas personas de la segunda y tercera edad, y en menos proporción los jóvenes en ese momento, llegué al lugar donde me correspondía ejercer el derecho al sufragio. Todos tenían en común cumplir con esa obligación lo antes posible.

Cada quien hizo su fila “india” conforme al lugar que le correspondía en aquel edificio del Colegio Don Bosco destinado a la enseñanza primaria hasta el bachillerato, de donde han salido excelentes estudiantes que concluyeron como meritorios profesionales de universidades dominicanas, parte de los cuales estaban en “su colegio” sufragando.

No pasó demasiado tiempo cuando se permitió la entrada de grupo en grupo para evitar aglomeraciones. Así fui a parar  a la mesa marcada con el número que indicaba la Cédula de Identidad y Electoral para todos aquéllos a quienes correspondía ese lugar.

En un santiamén hice mi elección y eché cada boleta en las urnas correspondientes (A, B y C). Me dieron mi cédula y…  Adiós.

Al razonar sobre el quehacer de sufragar en ese colegio electoral citado, en el  Distrito Nacional,  y en otros tantos escenarios donde se compareció  para cumplir con ese derecho cívico, se puede afirman que hubo buen resultado en sentido general a pesar de una que otra nimiedad.

Nadie hablaba de que iba a votar por fulano o mengano. Nada de eso. Y que bueno este comedimiento de los votantes, respetuosos y sabedores cada cual  de la persona o personas por las que iban a sufragar.

Los menos hicieron una que otra alharaca en otros entornos donde la votación marchaba a buen ritmo, aletazos que son propios de quienes están desesperados porque no confían en lo que tienen.  

El derecho al voto, como lo sabe todo dominicano, está consagrado en la Constitución proclamada el 26 de Enero del 2010 en el Título X del Sistema Electoral, Capítulo I de las Asambleas Electorales que en su Artículo 208 expresa: Es “es un derecho y un deber de ciudadanas y ciudadanos el ejercicio del sufragio para elegir a las autoridades de gobierno y para participar en referendos. El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su derecho al sufragio ni a revelar su voto”.

En otro orden, es bueno resaltar que  los procesos de votación dan lugar a una situación muy particular que en nada tiene que ver con el evento comicial. Resulta que son aprovechados por venduteros  que se colocan  en los alrededores de los establecimientos y hacen su “agosto” en mayo con la venta de alimentos rápidos para quienes gustan saborear temprano un café, un té o un emparedado.

En fin, sin alterar el orden, estos venduteros ambulantes ofrecen un servicio rápido que lleva satisfacción a quienes  hacen honor al dicho que reza  barriga harta, corazón contento.

Al margen de esos detalles precitados, y de una u otra  desavenencia que nada tiene que ver con el proceso electoral como tal, lo importante es el buen resultado de estos comicios desarrollados en paz en gran parte del territorio nacional. Es un proceso para cumplir un deber y retornar tranquilos a los hogares a esperar los resultados, teniendo presente que en toda pugna de esta naturaleza  siempre hay vencedores y vencidos.


Por Cándida Figuereo