17 de octubre de 2017

Ningún dirigente político en Venezuela tiene el don de la infalibilidad.
Lo tiene el Papa solo en dogmas de fe. Haber ido a un proceso electoral a la carrera incondicionalmente es un craso error, que por culpa de políticos de oposición apresurados, pagamos ahora todos los venezolanos. Y más, no haberse dirigido al mundo y a los electores solemnemente denunciando el fraude, sino llamándolo eufemísticamente “irregularidades” es otro de los errores de los dirigentes iluminados apoltronados en Caracas.




Como una maldición Venezuela desde 1846 al 2017 tiene una historia de fraudes electorales y detrás de ellos han estado siempre bandidos militares que cargados de medallas inmerecidas detentan el poder o lo hacen a través de títeres civiles que les sirven a sus intereses, que con el trascurso del tiempo van desde el robo de los dineros públicos al narcotráfico. ¿Un mal incurable, una tara o un fatalismo?.

Cuando Pérez Jiménez llamó al Doctor Caldera para proponerle fuera el candidato opositor, el jurista puso como condiciones previas, la libertad de prensa y de los presos políticos, un nuevo tribunal electoral, regreso de los exiliados. El dictador no aceptó la propuesta, le arruinó su casa y lo obligó a solicitar asilo y exiliarse.

Existieron razones denunciar internacionalmente el fraude antes del resultado, pero ambiciones personales, clientelismo y cálculos de poder impedían a los dirigentes tomar esa decisión. Prefirieron sufrir en el día de la elección detenciones, operación morrocoy, reubicaciones, traslados, maquinas dañadas, voto asistido, impedimento a los testigos, amenazas de colectivos armados, intromisión militar y falta de actas. El colmo.

Para entonces declarar Gerardo Blyde que ante la trampa la fórmula es seguir votando, sentenciar Liliana Hernández que nunca más habrá dialogo electoral sin condiciones previas o escuchar a Henry Falcón decir que perdimos en un proceso limpio. Confesiones de parte. El humano que se siente a dialogar con un ángel demonio lleva las de perder, porque el ángel es superior al hombre y este es un gobierno que no tiene conciencia honrada. Seguir llamando a Maduro, como lo hace Aveledo “CiudadanoPresidente” después de los vómitos de injurias que  hace el mandatario a políticos venezolanos, Jefes de Estados, Organismos Internacionales e intelectuales del mundo, es pasarse de decente, haber perdido noción de la realidad.


Los acertados en la hora actual con previsión de lo que venía han sido Ledezma y María Corina, merecen aplauso. Venezuela ha llegado a una hora de incertidumbre. No podemos huir de la lucha, la resistencia debe seguir, porque un pueblo con deserción política frente a una dictadura pierde el derecho a la democracia. Y un pueblo que llega a esta evidencia es como apuntara el cientista político francés George Burdeau “es el más desgraciado de todos los pueblos y la caridad que puede hacérsele es el de restablecer el Estado de su justicia hasta con la fuerza”. 

Julio Portillo
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De los errores en política

Ningún dirigente político en Venezuela tiene el don de la infalibilidad.
Lo tiene el Papa solo en dogmas de fe. Haber ido a un proceso electoral a la carrera incondicionalmente es un craso error, que por culpa de políticos de oposición apresurados, pagamos ahora todos los venezolanos. Y más, no haberse dirigido al mundo y a los electores solemnemente denunciando el fraude, sino llamándolo eufemísticamente “irregularidades” es otro de los errores de los dirigentes iluminados apoltronados en Caracas.




Como una maldición Venezuela desde 1846 al 2017 tiene una historia de fraudes electorales y detrás de ellos han estado siempre bandidos militares que cargados de medallas inmerecidas detentan el poder o lo hacen a través de títeres civiles que les sirven a sus intereses, que con el trascurso del tiempo van desde el robo de los dineros públicos al narcotráfico. ¿Un mal incurable, una tara o un fatalismo?.

Cuando Pérez Jiménez llamó al Doctor Caldera para proponerle fuera el candidato opositor, el jurista puso como condiciones previas, la libertad de prensa y de los presos políticos, un nuevo tribunal electoral, regreso de los exiliados. El dictador no aceptó la propuesta, le arruinó su casa y lo obligó a solicitar asilo y exiliarse.

Existieron razones denunciar internacionalmente el fraude antes del resultado, pero ambiciones personales, clientelismo y cálculos de poder impedían a los dirigentes tomar esa decisión. Prefirieron sufrir en el día de la elección detenciones, operación morrocoy, reubicaciones, traslados, maquinas dañadas, voto asistido, impedimento a los testigos, amenazas de colectivos armados, intromisión militar y falta de actas. El colmo.

Para entonces declarar Gerardo Blyde que ante la trampa la fórmula es seguir votando, sentenciar Liliana Hernández que nunca más habrá dialogo electoral sin condiciones previas o escuchar a Henry Falcón decir que perdimos en un proceso limpio. Confesiones de parte. El humano que se siente a dialogar con un ángel demonio lleva las de perder, porque el ángel es superior al hombre y este es un gobierno que no tiene conciencia honrada. Seguir llamando a Maduro, como lo hace Aveledo “CiudadanoPresidente” después de los vómitos de injurias que  hace el mandatario a políticos venezolanos, Jefes de Estados, Organismos Internacionales e intelectuales del mundo, es pasarse de decente, haber perdido noción de la realidad.


Los acertados en la hora actual con previsión de lo que venía han sido Ledezma y María Corina, merecen aplauso. Venezuela ha llegado a una hora de incertidumbre. No podemos huir de la lucha, la resistencia debe seguir, porque un pueblo con deserción política frente a una dictadura pierde el derecho a la democracia. Y un pueblo que llega a esta evidencia es como apuntara el cientista político francés George Burdeau “es el más desgraciado de todos los pueblos y la caridad que puede hacérsele es el de restablecer el Estado de su justicia hasta con la fuerza”. 

Julio Portillo