Por Cándida Figuereo Figueroa, periodista y articulista. En tiempos
convulsos, cuando abundan los que piensan que todo se viene abajo, es que más
se necesita que salgan al frente los hombres y las mujeres de mucha fe con
forraje suficiente para enfrentar al mismo demonio.
Por dondequiera
solo se escuchan lamentaciones y
ocurrencias de desgracias de diferentes matices que se han convertido en
el pan nuestro de cada día, recogidas en los diversos medios de comunicación.
A la par, el
temor arrincona a no pocos que ven o escuchan perplejos los sucesos del día a
día. Solo quien sufre en carne propia la adversidad sabe lo que eso significa.
Los demás se limitan a lamentar lo que ven o escuchan. Pobre fulano, pobre
mengano y amén.
Lo contrario a
la fe es el temor. Ambos son adversos, pero de igual intensidad. Cada ser
humano (hombre-mujer) debe decidir si se abraza a la fe que mueve montañas o al
temor que destruye.
Cuando se tiene
fe los propósitos se hacen tangibles, pero cuando se tiene miedo se vuelven sal
y agua. Un país es lo que son sus ciudadanos.
Las quejas no sirven de mucho,
pero si vale luchar con ahínco por lo que se desea para el bien común.
El cacareado
respeto al "derecho ajeno es la paz", que el político mexicano Benito
Juárez dejó de legado hace 150 años para los hombres y para las mujeres a nivel mundial parece que ha caído en el saco
del olvido.
Robos, matanzas,
traiciones, poca entereza y egolatría. ¿Qué
es esto? ¿Un infierno?
Hombre y mujer
de buena fe, si amas a tu prójimo como a ti mismo el mundo será mejor. El universo
depende de ti y será tan bueno o malo como lo desees.
Edúcate para que
tengas ideas propias sobre el porqué de las cosas. No olvides que el pan de
cada día debes ganarlo con el sudor de tu frente porque pedir degrada al ser
humano, salvo escasísimas excepciones.
Los padres son el modelo de los hijos. Lo que no quieras
para los tuyos no lo desees para los demás. Fájate y se feliz porque se
necesitan hombres y mujeres de mucha fe para lograr cambios positivos que frenen
el malévolo síndrome del “yoismo”.
Hombres y
mujeres de mucha fe, sigan aferrados a las buenas enseñanzas. Tengan presente
que cuando se trabaja en una institución
solo se va a servir, no a servirse. Las reglas al respecto son muy claras y es mejor
seguirlas para luego no lamentarse.