Por Julio Portillo historiador, internacionalista e articulista venezolano. No se trata de
comentar el film sobre la captura de Osama Bin Laden, ni la más reciente
película “El instante más oscuro” sobre la vida de Winston Churchill, sino
sobre el reciente apagón que dejó sin luz durante más de doce horas a nueve
provincias y sobre la época que vive Venezuela.
El problema
eléctrico se agrava cada día. Hace unas semanas un técnico obrero llegó a
advertir sobre la situación que nos esperaba. Inmediatamente la dictadura lo
encarceló. Los diarios bajones y apagones están arruinando a la población que
ya no tiene dinero para seguir sustituyendo los reguladores de corriente. Las ferreterías
no se dan abasto con las demandas diarias de protectores que deben colocarse en
aires acondicionados, computadoras y electrodomésticos en general, irreparables
por causa del desastre eléctrico. Increíble de aquella Venezuela que gracias a
la fuerza del río Caroní le vendía electricidad a Colombia y Brasil.
La noche del 22
de febrero recuerda la “noche de los cristales rotos” de la Europa de la segunda
guerra mundial de 1938, donde hubo comercios judíos incendiados por los nazi.
En la Venezuela centro occidental de hace unos días, hubo también vidrios
rotos, pero de autos, negocios y bancos para robarlos, atracos, desesperación
en los hospitales con cirugías urgentes, automóviles inmovilizados por los
huecos de las calles, homicidios sorpresas, insomnios. El gobierno no dio
explicación de lo ocurrido. Temía volver hacer el ridículo al decir que era por
culpa de una iguana o un sabotaje de la oposición.
Muestra del
deterioro creciente del país, donde poco a poco partidos y precandidatos opositores
han comprendido, que no puede haber avenimiento con un régimen dictatorial, ni
ayudar a legitimarlo con candidatos presidenciales que van directos al
matadero. Como decía Churchill “no se puede negociar con un tigre cuando tiene
tu cabeza en su boca”. El único medio ante esa farsa es dejar a Maduro solo,
descubierto en su ambición de poder, su perversidad y su manifiesto de hambre,
diciendo que ahora si resolverá los problemas económicos de Venezuela.
Esa megalomanía
grotesca no hace sino confirmar que Venezuela es un país convaleciente como han
dicho los Obispos, víctima de hondas lesiones de los largos dieciocho años del
chavismo, que lo ha dejado con una realidad económica, moral y política en la
ruina. Venezuela, al contrario, necesita un Presidente culto, con antecedentes
de respeto a ley, dispuesto a encarar la reconstrucción, incluso sabiendo que
estará expuesto en el futuro a la ingratitud.
Hay que dejar al
chavismo como a Chacumbele que “el mismito se mató”. Que emulen entre ellos
aquella otra noche de 1934 llamada “la noche de los cuchillos largos” donde los
nazis realizaron entre ellos una purga, en ese choque de ambiciones. La crisis
eléctrica lo que si demuestra es que el botín del reparto de los dineros del
petróleo se les está acabando y que Alí Baba y los cuarenta ladrones tienen los
días contados.