
Por Yris Cuevas, periodista y articulista dominicana. En el 2014, el español Raúl, asesinó a su
pareja dominicana Adolfina Puello y a la hija de esta de apenas 9 años.
Las asfixió, las metió en el baúl de su coche, anduvo 300 kilómetros paseando por la ciudad y luego arrojó los cuerpos sin vida, en un pozo abandonado, en una finca de su familia.
Las asfixió, las metió en el baúl de su coche, anduvo 300 kilómetros paseando por la ciudad y luego arrojó los cuerpos sin vida, en un pozo abandonado, en una finca de su familia.
Muy similar al caso reciente con el niño Gabriel, pero por
doloroso e indignante este hecho, no creo que por las acciones de ese
individuo, haya que juzgar a todos los españoles.
No todos los españoles tienen ese instinto asesino.
El
accionar de una persona, no es de la mayoría, uno de los nuestros que cometa un
error fuera del país, no representa a toda nuestra comunidad, un extranjero que
cometa un crimen aquí, no representa a toda su nación.
Un asesinato es un hecho repugnante, doloroso,
no importa quién lo cometa, sea blanco, negro, latino, o europeo, rico o pobre,
sigue siendo un hecho de horror.
Lamentablemente,
los seres humanos todo lo toman de manera literal y no imponen la razón al
momento de juzgar un hecho, No sé qué razón llevó a esta señora a cometer el
crimen, pero ella debe pagarlo sola, la justicia está para eso, pero no soy
quien para juzgarla, Dios sabrá perdonarla, si merece perdón.
Pero un crimen no se mide por el tono del
color de la piel. Y esto va para nosotros con respecto a nuestros vecinos.
Yulissa Altagracia Pérez, recibió en 2015, 30 puñaladas, también a manos de
extranjeros en Madrid y el caso sonado de Lucrecia, que fue el primer crimen
racial en ese país.
Las dominicanas no han dejado de emigrar, tenemos una
comunidad solida en ese país, existen buenas relaciones entre nuestras
naciones.
Que Dios de paz al niño y castigo a su asesina. Pero también
serenidad a los familiares de ese angelito y como ha dicho su propia madre, que
no se "extienda la rabia"