
Artículo de opinión por Dominga Valdez. Despertarme
y poder ver a mi hijo, el cual me dijo
el doctor que su condición era crítica
y como no me rindo ahora vástago tiene 32 años.
Es un
motivo muy especial para dar gracias de rodillas ante mi Dios de bondad
Saber que mi hijo mayor, está saludable,
trabaja y nunca ha dado problemas de ninguna índole, es otro motivo para
agradecer.
Ver a mi esposo en recuperación después de su
grave percance de salud, más agradecida no puedo estar.
Escuchar la voz de mi madre en cada
conversación sostenida y que ella me aconseje aún con su edad, sigo agradecida
del señor.
Saber que mis hermanos están saludables y mis
sobrinos igual, continuó en total agradecimiento.
Tener en Puerto Rico, personas que me
aprecian y amigos que he conocido aquí
en borinquen, esos mismos que sé son incondicionalmente, demasiadas
bendiciones.
Puedo pararme sola de mi cama, bañarme,
limpiar mi hogar, guiar mi vehículo, correr, caminar, leer, tragar, escribir
noticias.
Puedo plasmar poesías, componer canciones,
cuentos, puedo pensar, analizar, bailar, nadar, jugar baloncesto, hacer
ejercicios, escuchar, atender mi familia, son demasiadas bendiciones juntas.
He pensado en tantas mujeres, niños y hombres
con distintos tipos de cánceres, madres
que han perdido a sus hijos por enfermedad o violencia, personas que no tienen
comida ni techo donde vivir y yo tengo esas cosas. Gracias señor.
Pienso en esos países donde se pasa hambruna,
existen guerras, sin medicinas, no tienen agua potable, ni juguetes y diversión
para sus niños, nosotros tenemos eso y más.
Decido dar gracias nuevamente porque
honestamente Dios me ha permitido llegar hasta mis 56 años de edad en pleno uso
de mis facultades y con la intención de
seguir cumpliendo si es su santa voluntad.
Quejarme me agrega preocupación, prefiero
vivir alegre aunque tenga muchísimos motivos para estar triste, no, no y no.
Podre en algún momento por distintas
adversidades sentirme abatida, acongojada, atribulada, en baja, pero sigo en
victoria, estoy viva y voy por ahí buscando cómo puedo hacer el bien a mis
semejantes sin publicitar las obras realizadas con amor y solidaridad humana.
Me encanta estar viva para contar historias,
esas mismas que guardamos, narrar vivencias, buenas, malas y extraordinarias.
Llegó otro nuevo día y estoy de pié,
guerrera, tan fuerte como el tamo, porque le creo a un Dios vivo, a un Dios de
bondad.
Le creo a un Dios de poder y misericordia.
Todos los días.
Gracias mi señor.