Nancy Pelosi solía señalar con el dedo enojado a Donald Trump, pero lo deja en el polvo cuando se trata de romper las normas, dividir al Congreso y causar caos.
Si alguien tiene la culpa del hiperpartidismo en Washington en estos días, es el rencoroso presidente de la Cámara.
Se comporta más como un capo de la mafia que libra una guerra de pandillas que como un oficial presidente digno, justo y honesto, que es lo que requiere el papel de la oradora.
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