Roma (Italia).- El papa Francisco
dio este jueves comienzo en Roma a los actos litúrgicos de la Cuaresma, el
período de preparación espiritual de los católicos para la Pascua, con la
procesión entre la iglesia de San Anselmo y la basílica de Santa Sabina y la
imposición de la ceniza.
Este miércoles de ceniza, el segundo del
pontificado del papa Bergoglio, se inició con la procesión entre los
dos templos situados en la colina romana del Aventino y el papa caminó
ataviado con una capa pluvial morada, color que indica preparación ante la
llegada de la Semana Santa.
Durante la procesión, en la que se
pronunciaron letanías, Francisco estuvo acompañado por los cardenales de la
Curia romana, obispos y arzobispos, los monjes benedictinos de San Anselmo y
los padres dominicos de Santa Sabina, además de algunos fieles.
Ya en la basílica de Santa Sabina, en el
monte romano del Aventino, el papa comenzó la ceremonia de imposición
de las cenizas, pero antes pronunció una homilía en la que anunció el
"comienzo del camino de la Cuaresma".
El pontífice recordó en su alocución al
profeta Joel y utilizó esa referencia para llamar a la "conversión"
espiritual, de la que dijo que tiene que hacerse "con todo el
corazón".
Esa conversión tiene que ser "no
superficial o transitoria", explicó el papa, quien agregó que el
corazón "es la sede de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran
nuestras elecciones, nuestras actitudes".
Bergoglio posteriormente pidió públicamente
lo que denominó "el don de las lágrimas", del que dijo que
proporciona a los cristianos más autenticidad al "camino de la
conversión".
El papa se refirió a los tres
elementos que componen el camino espiritual de la Cuaresma -la oración, el
ayuno y la limosna- y recordó que ya en el Evangelio se constata que, con el
paso del tiempo, quedaron afectados por el formalismo externo.
"Incluso directamente se transformaron
en un signo de superioridad social", dijo el papa en su homilía,
en la que sostuvo que ya Jesús advirtió contra esa tentación, que resumió en lo
que definió como la "hipocresía".
"Cuando se hace algo bueno -dijo
el papa- casi de manera instintiva nace en nosotros el deseo de ser
queridos y admirados por esta buena acción, para obtener satisfacción por
ella".
Jesús, recordó Bergoglio, "nos invita
a cumplir con esas obras sin ostentación alguna, y a confiar únicamente en la
recompensa del padre, 'que ve en lo íntimo'".
Además, recordó que el "esfuerzo de
conversión" al que aludió al principio de su homilía "no es solo una
obra humana. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la
misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su
hijo unigénito".
El papa dijo que Jesús, "que
era justo y sin pecado", fue "hecho pecado cuando, en la cruz, fue
cargado con nuestros pecados, y así nos rescató y justificó ante Dios".
Posteriormente consideró que "con esta
conciencia, comenzamos confiados y alegres, el itinerario cuaresmal".
"Que María Inmaculada sostenga nuestro
combate espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento propicio,
para que podamos llegar a cantar juntos con júbilo la victoria en la Pascua de
la Resurrección", agregó.
Al finalizar su homilía, el pontífice
procedió a la imposición de la ceniza, signo penitencial y de conversión,
recordatorio de la caducidad humana, al tiempo que pronunciaba la fórmula
"Conviértete y cree en el Evangelio".
El rito comenzó con la imposición de la
ceniza sobre la cabeza del propio papa por parte del cardenal
eslovaco Jozef Tomko; otros cardenales presentes en la ceremonia y que
recibieron las cenizas de manos del pontífice fueron Pietro Parolin, Mauro
Piacenza, Leonardo Sandri, Walter Kasper, Lorenzo Baldisseri, Fernando Filoni,
James Harvey, Giovanni Lajolo, Marc Ouellet, Franc Rodè y Agostino Vallini.
El obispo de Roma, junto con la Curia, se
retirará desde el próximo domingo y hasta el 14 marzo a la localidad romana de
Ariccia para realizar ejercicios espirituales en la Casa Divino Maestro.