Es casi
imposible describir la sensación amarga e impotente que sentí esa mañana del
viernes 28 de marzo de 2014.
Eran poco más de las 11 de la mañana, cuando
acababa de regresar a mi trabajo, luego de haber participado de una ofrenda
floral que había organizado el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP),
por el 41 aniversario del asesinato del periodista Gregorio García Castro
(Goyito). No me había sentado bien cuando leía en un periódico sobre la muerte
de la madre de una periodista que ahora no recuerdo, comente, ¡waoo, cuántos
periodistas y familiares han muerto en estos días!, al mismo tiempo, le decía a
una de las compañeras que el colega Abinader Fortunato estaba delicado de
salud, es en ese mismo momento que alguien me dijo, Yris, te llama tu hermano
Manuel, me sorprendió la llamada y mi corazón inmediatamente como que dio un
salto, mi hermano casi nunca me llamaba y cuando solía hacerlo era a mi
celular.
Tome el teléfono y cuando oí la voz baja y directa
de mi hermano, fue como si me hubiesen dado un balazo directo al corazón,
¡mira, mama murió! Fueron las palabras de mi hermano, yo reaccione y
mentalmente pensé que era una broma, pregunte de nuevo y mi hermano repitió,
¡mamá murió! acaban de llamar de Nueva York, en ese momento solté el teléfono y
mis compañeros preguntaban que pasó, de ahí en adelante sentí un dolor tan
grande y profundo en mi pecho, que aún no ha desaparecido.
Sin embargo, aunque lloraba desesperada y mis
compañeros me consolaban, en mi interior seguía pensando que era un error y que
llegaría a casa y todo estaría claro, pero no fue así, fue la más cruel y dura
realidad que por segunda vez experimentaba, ya había pasado por eso la
madrugada del 17 de marzo, casualmente el mismo mes, pero en 1995, cuando
mi hermana me llamó porque mi padre agonizaba, ella se había ido junto a mi
madre cuando mi padre agravó y recuerdo que me preguntó si quería ir,
pero yo preferí no ver ese momento de agonía de mi padre, luego me reproché,
no haberle dado un último adiós, pero quería recordarlo como la
persona alegre y pacifica que fue, nunca imagine que el destino me apartaría de
mi madre igual, sin darle ese último abrazo.
En Corintios 15:26, la
Biblia dice que la muerte es “el último de los enemigos que será abolido”
y yo agrego que también es el más “cruel”.
Es cierto que mientras estamos viviendo pasamos por
diversas situaciones difíciles, pérdidas materiales, sentimentales,
enfermedades, algunas, que aunque no tienen cura, la gente aprende a vivir con
ellas, pero la muerte es un cruel enemigo.
La perdida física de un ser querido, principalmente
madre, padres, hijos y hermanos, nos marca para toda la vida porque con ellos
también se va parte de nosotros y más aun una madre o un hijo. Nos
formamos dentro de la madre y eso crea un vínculo eterno, que sólo aquel, cuya
crueldad es tan negra que no le permite alberga sentimiento alguno, no reconoce
esa atadura. Con mi madre también había un relación muy estrecha, y lo
considero el mejor hombre de mi vida, pero cuando mi padre murió, ya llevaba
varios años aquejados de salud, tiempo en el que pude estar más cerca con él
porque yo lo acompañaba cada vez que acudía a sus citas médicas y los médicos
nos habían advertido que esa afección de salud lo llevaría a la muerte en
cualquier momento.
Mi madre, quien llevaba varios años viviendo en
Nueva York con mi hermana mayor, padecía de presión alta y diabetes, pero era
afecciones de salud muy controladas, nunca hizo grandes crisis.
Al momento de su muerte, se preparaba para regresar
al país, del cual no “quería volver a salir”, estaba muy ilusionada porque
regresaría el 2 de abril ese enemigo cruel la sorprendió, apenas 4 días antes
de llegar a su tierra, lo que hizo más dura y cruel la partida.
Es difícil a veces entender el porqué de la muerte,
se nos pide aceptarla, asimilarla y muchas cosas más, desde el punto de vista
físico, podemos entenderla porque una enfermedad, accidente o cualquier otra
circunstancia, sencillamente acaba con un cuerpo que funciona como una conexión
eléctrica que cuando se desconecta se apaga, desde el punto de
vista religioso hay explicaciones muy profundas, pero en realidad nadie puede
precisar porqué es tan cruel este enemigo, porqué se convierte en el peor de
los verdugos, nos quita a las personas que mas queremos, a veces de la manera
más simple, sin darnos oportunidades , sin permitirnos verlas y estar en su
último momento.
Ante esa situación, lo único que nos puede
consolar, es cuando nos damos a las personas en vida, cuando las queremos y les
evitamos sufrimientos , cuando estamos en sus momentos tristes y alegres,
en ese sentido, quise, respete y honre a mis padres y he vivido
conforme a su enseñanzas, pero el dolor de haberlos perdido permanece en mi.
Sin embargo, quisiera encontrar explicación, siento
que si tengo una clara explicación de por qué no están, de porque mi madre se
fue de esa manera, porque sencillamente se acostó a dormir y ya no
despertó, si pudiera tener alguna explicación , razón de ese suceso, quizás
fuera menor mi dolor, quizás si mi madre hubiera estado en cama, en cuidado
intensivos o con alguna situación de salud que solo espera la muerte, lo
encendiera, algunos me dicen que murió tranquila, que no tuvo sufrimiento, pero
quién puede asegurarlo, quién pude saber si la insistencia de mi madre para
venir a su país, tenía que ver con el presentimiento de su partida,
realmente son situaciones inexplicables y que a veces pensarlas e
insistir en buscar respuesta es más doloroso, pero quisiera poder verla y
poderle cumplir sus deseos, las cosas que me había expresado que quisiera
hacer, poder decirle “la vieje” y oír de ella decirme “la greicita” .
Sé que la muerte es lo único seguro que tenemos y
que demostrado está que ésta no tiene tiempo, ni hora, ni lugar para llegar, se
que en el momento que escribo, quien sabe qué planes tiene ese feroz enemigo
para conmigo, porque tenemos una vida muy corta y una larga eternidad para la
muerte, aun así que inhumano ha sido
este enemigo que vive en constante asecho, que te da directo al corazón.
Ese momento del pasado 28 de marzo está vivo en mí,
pareciera que fue hace unas horas, pero ya hace un año que ese enemigo se llevó
a mi vieja, 20 años atrás, lo hizo con mi padre y es un recuerdo que todavía
también sigue vivo, pero ante tanta crueldad, sólo espero el momento en
que en verdad podamos vencer a al “último
y más cruel de los enemigos”.