En la geografía mundial no existe, tal vez, un país más solidario que la
República Dominicana enquistada en un hermosísimo rincón del planeta donde
Dios se extremó en hacer de los hombres y las mujeres una rica empatía
de don de gentes.
Resultante de lo anterior es que abundan los foráneos que en su primera
visita quedan tan encantados que retornan y
no pocos se quedan para siembre por el trato de humano y la solidaridad
que se les brinda.
Abundan en esta media isla no
pocos que como resultado de esas inmigraciones terminan en una empatía tan
perfecta que acaban unidos en familia
con hijos, nietos..
En todos los países con fronteras las inmigraciones y emigraciones
tienen un pasado añejo del hombre y la mujer en procura de mejor vida, a pesar
de que muchas veces no retornan a su lugar de origen porque carecen del pasaje
para retornar, por vergüenza o porque simplemente entienden que sería lo mismo
aquí que allá.
A pesar de las bondades que en parte tienen las inmigraciones, no menos
cierto es que en muchos casos terminan en un dolor de cabeza que socava, por lo
que es asunto de un país no de entes aislados.
Son antiguas las disputas por las inmigraciones en los países con
fronteras y así continuará por los siglos de los siglos por más vueltas que le den al pandero. Esto,
empero, no debe atar a los países de donde salen los inmigrantes que deben
embarcarse en sus propias soluciones.
Un país en proceso desarrollo como República Dominicana no puede, de
ningún modo, asumir la manutención de foráneos que llegan en masa como “pedro
por su casa”, a pesar de que ha dado cátedras de solidaridad en momentos en que
la madre naturaleza hace añicos a algún vecino.
Las soluciones solidarias que plantea
el papa Francisco tienen su límite porque un país en proceso de desarrollo
puede dar orientaciones a otro, pero no echar sobre sus hombres una carga ajena
que si se hurga en el pasado recae en terceros.
Los foráneos indocumentados suelen entrar y salir del país como Pedro
por su casa y amén. Muchos de esos extranjeros son trabajadores, pero otros son
grandes depredadores que laceran despiadadamente la flora, entre otras cosas.
Las invasiones pacíficas son el pan nuestro de cada día en República
Dominicana, y amén. Esto es fruto de un pedazo de tierra con un grupito de ricos
que no hace nada por sus paisanos y la falta de un guía con interés en
soluciones solidarias y obligatorias.
¿Por qué un “país” no registra o documenta a sus ciudadanos?
A la República Dominicana llega con frecuencia una caterva de migrantes
dominicanos deportados ¿y?. El país
tiene esa carga y no puede delegar en un país vecino porque es su
responsabilidad. En fin cada país, si es un país, tiene que asumir su rol. En
la canana de soluciones solidarias los dominicanos tienen un doctorado.
¿Soluciones solidarias? ¡Bien!
Esto es hasta cierto límite. Pasar ese límite es dejarse coger de mojigata.
Por Cándida Figuereo