Abusamos
de las quejas por las cuatro esquinas
diciendo a viva voz que todo está mal,
pero no siempre levantamos un dedo para contribuir con la mejor de las soluciones.
No
faltan quienes engolan la voz para que sus quejas se escuchen a los cuatro
vientos, pero no salen del caparazón con iniciativas que coadyuven en los
propósitos deseados.
Las
luces de un país –en sentido figurado- son las luces de todos. Igual ocurre si
fueren nubarrones. De ahí que hay corresponsabilidad en soluciones conjuntas o
aisladas que persigan redundar en el bien colectivo.
Esto
precisa que la aplicación de las leyes
sean igual para todos, al margen de
rango, posición social y/o
económica y color de la piel.
Si
usted ve que no hay agua, por ejemplo, no la despilfarre. Si usted sabe que
cortar árboles a orillas de los ríos contribuye a la sequía, pues no lo hagas.
Si a usted no le gusta que le roben, no robe usted. Si su hijo no tiene dinero
y usted lo ve con un paquete de billetes, indague su origen y no aplauda lo
malhecho.
Si
manejas dinero que no es suyo, pero que está bajo su responsabilidad, no lo despilfarre. Cuando
usted está probando buen bocado, millones detrás de usted están halando aire.
La
buenas acciones son mejores que millones de palabras vanas. Jamás se debe dañar
a otro sin necesidad. Lo que no quieras para usted, no lo desees para otros. La
bondad alumbra el espíritu.
Abundan
quienes materialmente lo tienen todo y son infelices. No hay que reproducir a Caín, no. La
abundancia no daña, sino la forma en que se maneja por el endurecimiento
de corazones.
En
esencia, este es un país de gente buena y laboriosa. Los menos son un fiasco
que precisan orientación y cambio de conducta.
En
el tren de la vida cada quien tiene su
responsabilidad y cuando se asume debidamente, ese compromiso influye en que
los logros el país que tú quieres, sin
malquerencias y con equidad, iluminen tus días en todos los sentidos.
Por CÁNDIDA
FIGUEREO
Periodista,
residente en Santo Domingo.