28 de diciembre de 2016

Casualidad o no, estos días coinciden dos estrenos que tienen a un joven Obama como protagonista. Camuflada entre estrenos navideños, ha llegado a los cines Michelle & Obama, comedia romántica que se basa en la primera cita que tuvieron los pronto ex ocupantes de la Casa Blanca en la que fueron al cine a ver Haz lo que debas, de Spike Lee.

Es una historia conocida, que han contado muchas veces sus propios protagonistas, la del pasante que llega al bufete de abogados de Chicago y la joven abogada, a la que designan como su mentora, y que se resiste a sus encantos porque cree que “quedaría mal” salir con el otro afroamericano del despacho. Finalmente cede y se deja deslumbrar por alguien con una experiencia de vida totalmente opuesta a la suya.
La otra película que también acaba de estrenarse, pero en Netflix, se titula Barry y se centra en una etapa menos visitada en la vida de Obama, cuando se mudó con 20 años a Nueva York para seguir con sus estudios en la Universidad de Columbia. Fueron años confusos pero determinantes para él, según cuenta en sus memorias Sueños de mi padre. Encontró su vocación, definió su identidad negra, probó las drogas –en el libro dice que fumaba marihuana y esnifó “algo de cocaína” aunque pronto dejó de ser un fiestero y se volió bastante circunspecto– y salió con chicas. En la película, Barack, que todavía se hace llamar Barry, una versión más neutra y americanizada de su nombre africano, sale con Charlotte, una chica blanca a la que conoce en una fiesta, hija de padres liberales pero con origen en una familia adinerada y bien conectada de Connecticut.
Sus orígenes radicalmente distintos son una fuente de conflictos entre ellos. Mientras ella insiste en que no hay tanto problema, él se siente observado, tanto si van a comer pollo frito a Sylvia’s, el famoso restaurante de comida sureña de Harlem, como si van al lujoso Yale Club con los padres de ella. “No encajo en ninguna parte”, le dice Barry a uno de sus compañeros de piso, interpretado por Ellar Coltrane –el chaval de Boyhood–. En efecto, cuando va con un compañero de piso a una fiesta clandestina en un bloque de pisos de Harlem y tontea con una chica afroamericana, la cosa no acaba bien.
Charlotte, a la que en la película da vida la actriz angloargentina Anya Taylor-Joy, no existió como tal en la vida real. Los guionistas del filme la idearon a partir de algunas de las novias que sí tuvo Obama en aquella época. Cuando aún estudiaba en California, en el Occidental College –antes de trasladar su expediente a Columbia– Barry tuvo un importante flechazo con Alexandra McNear, una chica blanca que era la editora de la revista literaria de la universidad, que le publicó un par de poemas. Como Charlotte en la película, McNear era hija de intelectuales comprometidos –su padre era el escritor Erskine McNear– y provenía de una familia de empresarios inmobiliarios. Cuando la estudiante pasó por Nueva York en el verano de 1981 llamó a su amigo Barry y eso llevó a una relación de un par de meses. En el libro Barack Obama: The Making of a Man, el periodista y ganador del Pulitzer David Maraniss la describe como “ligera y misteriorsa, con al cara de una joven Meryl Streep y un aire bohemio y literario”. Maraniss contactó con McNear para el libro y ésta le contó que recordaba su primera cena romántica, en un restaurante italiano del Upper West Side, y que pasaron el resto del verano “andando millas por la ciudad, cenando en los restaurantes, pasando el rato en nuestros apartamentos, visitando museos y hablando de la vida”. Después de aquello, continuaron su historia por carta, misivas en las que citaban a Nietzsche y T.S. Eliot, como corresponde a dos estudiantes con ciertas ínfulas, y en las que él daba muestras de estar buscando su lugar en el mundo.
El otro modelo para la Charlotte de Barry sería la australiana Genevieve Cook. Se conocieron en una fiesta en Nueva York y al parecer a Cook le impresionó que el joven Obama, que ya se había graduado y tenía un empleo de oficina, reconociera su acento australiano a la primera. De niño, cuando vivía en Indonesia con su madre y el segundo marido de ésta, había conocido a mucha gente de las Antípodas. Resultó que Cook, hija de un diplomático y una historiadora, también había residido en Indonesia durante los mismos años. Así empezó una relación de un año en la que llegaron incluso a vivir juntos. Obama la menciona en sus memorias sin dar su nombre: “Había una mujer en Nueva York a la que amé. Era blanca. Tenía el pelo oscuro con motas verdes en los ojos. Su voz sonaba como unas campanillas”.
Maraniss consiguió que Genevieve Cook le dejase reproducir varias entradas del diario que mantenía en aquellos días en su libro. El 26 de enero de 1984, por ejemplo, escribía: “¿Cómo puede ser tan viejo ya a la edad de 22? Tengo que reconocer que, a pesar de su sonrisa burlona, encuentro su manera de estar “allá” muy amenazadora. Distancia, distancia, distancia…y reticencia”. Esa descripción se ajusta bastante con el retrato del futuro presidente que hace el actor Devon Terrell en Barry, como alguien muy absorbido por sus propios pensamientos, hasta el punto de resultar egocéntrico.
La entrada del diario del 25 de febrero decía así: “El calor sexual está definitivamente allí, pero el resto de sus aristas las encuentro perturbadoras y me encuentro a mi misma con ganas de retirarme de todo esto. Tengo que admitir que siento rabia hacia él por varias razones. Su cercanía puede ser engañosa. Aunque habla palabras dulces y puede ser abierto y confiado, tiene también esa frialdad. Y empiezo a ser consciente de cosas de él que podrían molestarme”.
Hay una anécdota, al parecer cierta, de su relación que también está en la película. Un día, ella le dijo “te quiero” y él le contestó “gracias”. Lo mismo que un momento en el que ella le reta a él a hacer una carrera y ella gana. Según los recuerdos de Cook, Obama no se tomó demasiado bien que le ganara una chica. Hacia el final de Barry, Obama acompaña a Charlotte a la boda de su hermana y hay una escena en la que recorre la biblioteca de la mansión familiar. Los guionistas también han tomado ese detalle de las memorias del presidente, en el que describe así el momento que vivió en la casa del padrastro de Genevieve: “En esa habitación me di cuenta de que nuestros dos mundos, sus amigos y los míos, estaban tan distantes como Kenia de Alemania. Y me di cuenta de que si seguíamos juntos, yo acabaría viviendo en el suyo. Al fin y al cabo, es lo que he estado haciendo toda mi vida. De los dos, yo era el que sabía vivir como un outsider”.
Unos meses después, lo dejaron. Obama escribió a su medio hermana Auma en Kenia: “La alejé de mí. Empezamos a pelearnos. Empezamos a pensar en el futuro y eso hizo mella en nuestro pequeño y cálido mundo”. En cambio, Cook le dijo a Maraniss que fue ella quien lo alejó: “Creía no que no era suficiente, me fastidiaba su reserva, su falta de espontaneidad”. En otro punto de su diario, la ex de Obama escribe que cuando imagina a la mujer ideal de su novio la ve “muy fuerte, muy firme, una luchadora, muy risueña, con mucha experiencia. Una mujer negra”. Esa historia viene después y la cuenta Obama & Michelle.
Fuente: http://smoda.elpais.com/
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La novia blanca de Obama

Casualidad o no, estos días coinciden dos estrenos que tienen a un joven Obama como protagonista. Camuflada entre estrenos navideños, ha llegado a los cines Michelle & Obama, comedia romántica que se basa en la primera cita que tuvieron los pronto ex ocupantes de la Casa Blanca en la que fueron al cine a ver Haz lo que debas, de Spike Lee.

Es una historia conocida, que han contado muchas veces sus propios protagonistas, la del pasante que llega al bufete de abogados de Chicago y la joven abogada, a la que designan como su mentora, y que se resiste a sus encantos porque cree que “quedaría mal” salir con el otro afroamericano del despacho. Finalmente cede y se deja deslumbrar por alguien con una experiencia de vida totalmente opuesta a la suya.
La otra película que también acaba de estrenarse, pero en Netflix, se titula Barry y se centra en una etapa menos visitada en la vida de Obama, cuando se mudó con 20 años a Nueva York para seguir con sus estudios en la Universidad de Columbia. Fueron años confusos pero determinantes para él, según cuenta en sus memorias Sueños de mi padre. Encontró su vocación, definió su identidad negra, probó las drogas –en el libro dice que fumaba marihuana y esnifó “algo de cocaína” aunque pronto dejó de ser un fiestero y se volió bastante circunspecto– y salió con chicas. En la película, Barack, que todavía se hace llamar Barry, una versión más neutra y americanizada de su nombre africano, sale con Charlotte, una chica blanca a la que conoce en una fiesta, hija de padres liberales pero con origen en una familia adinerada y bien conectada de Connecticut.
Sus orígenes radicalmente distintos son una fuente de conflictos entre ellos. Mientras ella insiste en que no hay tanto problema, él se siente observado, tanto si van a comer pollo frito a Sylvia’s, el famoso restaurante de comida sureña de Harlem, como si van al lujoso Yale Club con los padres de ella. “No encajo en ninguna parte”, le dice Barry a uno de sus compañeros de piso, interpretado por Ellar Coltrane –el chaval de Boyhood–. En efecto, cuando va con un compañero de piso a una fiesta clandestina en un bloque de pisos de Harlem y tontea con una chica afroamericana, la cosa no acaba bien.
Charlotte, a la que en la película da vida la actriz angloargentina Anya Taylor-Joy, no existió como tal en la vida real. Los guionistas del filme la idearon a partir de algunas de las novias que sí tuvo Obama en aquella época. Cuando aún estudiaba en California, en el Occidental College –antes de trasladar su expediente a Columbia– Barry tuvo un importante flechazo con Alexandra McNear, una chica blanca que era la editora de la revista literaria de la universidad, que le publicó un par de poemas. Como Charlotte en la película, McNear era hija de intelectuales comprometidos –su padre era el escritor Erskine McNear– y provenía de una familia de empresarios inmobiliarios. Cuando la estudiante pasó por Nueva York en el verano de 1981 llamó a su amigo Barry y eso llevó a una relación de un par de meses. En el libro Barack Obama: The Making of a Man, el periodista y ganador del Pulitzer David Maraniss la describe como “ligera y misteriorsa, con al cara de una joven Meryl Streep y un aire bohemio y literario”. Maraniss contactó con McNear para el libro y ésta le contó que recordaba su primera cena romántica, en un restaurante italiano del Upper West Side, y que pasaron el resto del verano “andando millas por la ciudad, cenando en los restaurantes, pasando el rato en nuestros apartamentos, visitando museos y hablando de la vida”. Después de aquello, continuaron su historia por carta, misivas en las que citaban a Nietzsche y T.S. Eliot, como corresponde a dos estudiantes con ciertas ínfulas, y en las que él daba muestras de estar buscando su lugar en el mundo.
El otro modelo para la Charlotte de Barry sería la australiana Genevieve Cook. Se conocieron en una fiesta en Nueva York y al parecer a Cook le impresionó que el joven Obama, que ya se había graduado y tenía un empleo de oficina, reconociera su acento australiano a la primera. De niño, cuando vivía en Indonesia con su madre y el segundo marido de ésta, había conocido a mucha gente de las Antípodas. Resultó que Cook, hija de un diplomático y una historiadora, también había residido en Indonesia durante los mismos años. Así empezó una relación de un año en la que llegaron incluso a vivir juntos. Obama la menciona en sus memorias sin dar su nombre: “Había una mujer en Nueva York a la que amé. Era blanca. Tenía el pelo oscuro con motas verdes en los ojos. Su voz sonaba como unas campanillas”.
Maraniss consiguió que Genevieve Cook le dejase reproducir varias entradas del diario que mantenía en aquellos días en su libro. El 26 de enero de 1984, por ejemplo, escribía: “¿Cómo puede ser tan viejo ya a la edad de 22? Tengo que reconocer que, a pesar de su sonrisa burlona, encuentro su manera de estar “allá” muy amenazadora. Distancia, distancia, distancia…y reticencia”. Esa descripción se ajusta bastante con el retrato del futuro presidente que hace el actor Devon Terrell en Barry, como alguien muy absorbido por sus propios pensamientos, hasta el punto de resultar egocéntrico.
La entrada del diario del 25 de febrero decía así: “El calor sexual está definitivamente allí, pero el resto de sus aristas las encuentro perturbadoras y me encuentro a mi misma con ganas de retirarme de todo esto. Tengo que admitir que siento rabia hacia él por varias razones. Su cercanía puede ser engañosa. Aunque habla palabras dulces y puede ser abierto y confiado, tiene también esa frialdad. Y empiezo a ser consciente de cosas de él que podrían molestarme”.
Hay una anécdota, al parecer cierta, de su relación que también está en la película. Un día, ella le dijo “te quiero” y él le contestó “gracias”. Lo mismo que un momento en el que ella le reta a él a hacer una carrera y ella gana. Según los recuerdos de Cook, Obama no se tomó demasiado bien que le ganara una chica. Hacia el final de Barry, Obama acompaña a Charlotte a la boda de su hermana y hay una escena en la que recorre la biblioteca de la mansión familiar. Los guionistas también han tomado ese detalle de las memorias del presidente, en el que describe así el momento que vivió en la casa del padrastro de Genevieve: “En esa habitación me di cuenta de que nuestros dos mundos, sus amigos y los míos, estaban tan distantes como Kenia de Alemania. Y me di cuenta de que si seguíamos juntos, yo acabaría viviendo en el suyo. Al fin y al cabo, es lo que he estado haciendo toda mi vida. De los dos, yo era el que sabía vivir como un outsider”.
Unos meses después, lo dejaron. Obama escribió a su medio hermana Auma en Kenia: “La alejé de mí. Empezamos a pelearnos. Empezamos a pensar en el futuro y eso hizo mella en nuestro pequeño y cálido mundo”. En cambio, Cook le dijo a Maraniss que fue ella quien lo alejó: “Creía no que no era suficiente, me fastidiaba su reserva, su falta de espontaneidad”. En otro punto de su diario, la ex de Obama escribe que cuando imagina a la mujer ideal de su novio la ve “muy fuerte, muy firme, una luchadora, muy risueña, con mucha experiencia. Una mujer negra”. Esa historia viene después y la cuenta Obama & Michelle.
Fuente: http://smoda.elpais.com/