El periodista Leo
Hernández (La Pipigua), con quien tuve el privilegio de compartir en la
redacción del diario Ultima Hora, era uno de los informadores más completos en
este oficio encantador que influye para que haya más equidad y menos oprobio, principalmente para
quienes no tienen el poder para defenderse.
El hecho de ser hijo único
no siempre es lo mejor. Un hermano o hermana usualmente son necesarios para esos
momentos difíciles, aunque sea para dar consuelo. Esto hizo que quien
escribe acordara ser la hermana que no tuvo
La Pipigua.
Cuando murió si hija
Victoria, en plena juventud, lloré junto a él la pérdida de mi sobrina. En el
aniversario del fallecimiento de la joven el año pasado, La
Pipigua me escribió lo siguiente: “siempre estará conmigo, mi amada hija
Victoria, que partió a los brazos del señor.
En fin, he perdido un
hermano y me duele en el alma. Para mí fue un honor, aunque quizás no lo
necesitaba tanto por su amplia prole, fungir como su hermana. Era más bien un
decir, pero sentía por él gran aprecio y respeto.
La Pipigua
era muy sui generis. Nunca le vi enojado, excepto en una ocasión en que
fingió estarlo conversando muy seriamente con un señor que se presentó a la
redacción y no había forma de detener su
“verborrea” para seguir trabajando. ¡Por fin! Cuando se marchó rio a carcajada
como era su costumbre.
En fin, mi hermano Leo
siempre será recordado por todos aquellos que le seguirán apreciando como si
estuviera entre nosotros. Para mí fue un honor ser su hermana. Solo mueren
quienes no son recordados. PAZ.
Por Cándida Figuereo
Por Cándida Figuereo