Cien mil millones de dólares
por cada habitante de la Tierra. Ése es el valor que la NASA calcula de todos
los minerales almacenados en los asteroides del cinturón principal de nuestro
Sistema Solar, entre las órbitas de Marte y Júpiter. Oro, platino, tungsteno,
agua... Esos objetos han sido siempre muy estudiados por los científicos porque
son restos de la formación de los planetas y las lunas alrededor del joven Sol,
pero también ha habido quien ha visto en ellos la oportunidad de obtener
minerales muy valiosos que en la Tierra son más escasos y difíciles de
conseguir.
Desde hace ya unos años,
varias start-ups están trabajando en la manera de enviar una nave a alguno de
esos asteroides para extraer sus riquezas y llevarlas de vuelta a nuestro
planeta. La tecnología puede estar a punto de conseguirlo, pero sigue habiendo riesgos
y consideraciones legales que se deben tener en cuenta.
El
tesoro de los asteroides
Hasta ahora, los asteroides
eran una mina de información para los científicos dedicados a estudiar los
orígenes de nuestro Sistema Solar. Muchos de ellos son restos de la formación
de los planetas y, por tanto, pueden ofrecer una ventana a las condiciones
existentes en el disco protoplanetario que se formó alrededor del joven Sol.
También se ha observado muy
de cerca a los describen una órbita que los lleva a cruzar periódicamente la de
la Tierra para calcular el riesgo de que colisionen contra nuestro planeta. La
NASA y la ESA tienen programas específicos dedicados al seguimiento de estos
NEOs (objetos cercanos a la Tierra) y hasta llevan cierto tiempo buscando proyectos
de una misión que pueda desviar uno de esos asteroides de su camino, si
presentara un riesgo real de impacto.
Oumuamua
Asteroide Oumuamua, que se
descubrió recientemente que es un cometa "apagado". Foto: ESA/Hubble,
NASA, ESO, M. Kornmesser.
Todas esas investigaciones
han clasificado a los asteroides en tres tipos principales, según su tipo
espectral: C, o carbonáceos, S, o de silicatos, y M, metálicos. Los de tipo C,
carbonáceos, se encuentran en la zona exterior del cinturón principal de
asteroides y son los más comunes de todos; se cree, además, que su composición
es la más aproximada a la del Sol. Los de tipo S, por su parte, son más
frecuentes en las regiones interiores de ese cinturón, cerca de Marte, mientras
los de tipo M ocupan las zonas medias.
Hay otros dos tipos: D,
troyanos en la órbita de Júpiter, formados mayoritariamente por carbono, y V,
situados en el Sistema Solar exterior, entre el gigante gaseoso y Neptuno. Cada
uno de ellos tiene diferentes ventajas para las futuras compañías mineras
espaciales, pero son sus órbitas las que acabarán determinado cuáles son
elegidos para ser los primeros explotados.
Porque en todos hay
minerales muy valiosos y cuyas existencias en la Tierra están agotándose. Los
asteroides de tipo M, por ejemplo, están compuestos por hierro, en un 80%, y
por un 20% de níquel, platino, oro, iridio, paladio, magnesio, rodio, osmio y
rutenio. El iridio, por ejemplo, es difícil de encontrar en la Tierra porque su
alta densidad y su tendencia a unirse con el hierro hace que se
"hunda" muy por debajo de la corteza terrestre. El platino, por su
parte, es el metal más caro del mundo.
Las concentraciones de estos
metales en los asteroides son bastante mayores, en comparación, con las que hay
en nuestro planeta. La empresa Planetary Resources, por ejemplo, sostiene que
un único asteroide rico en platino, y de apenas 500 metros de longitud, puede
contener más metales del grupo del platino que todos los que se han extraído en
la historia de la Tierra. No es extraño que se haya desatado la "fiebre de
los asteroides".
Quiénes
quieren explotar los asteroides
En realidad, lo que hay es
más un interés creciente que una fiebre, movido por la creencia de que la
minería de asteroides es el gran sector que queda por explotar en un planeta en
el que se utilizan, y se agotan, todos sus recursos naturales. El astrónomo y
divulgador Neil DeGrasse Tyson afirmaba en una entrevista en la cadena CNBC que
"el primer trillonario de la historia será la persona que explote los
recursos naturales en los asteroides". Ya hay candidatos a ello.
Una de las primeras empresas
que se fundó con el objetivo, precisamente, de dedicarse a la minería espacial
es Planetary Resources, que no sólo pretende extraer minerales y combustible de
esas enormes rocas, sino también agua. La compañía, de hecho, considera que el
agua es el recurso más importante porque es la base sobre la que construir una
exploración humana del espacio a gran escala. Ésta es de las empresas que, en
el aspecto tecnológico, tiene sus planes más avanzados, habiendo lanzado al
espacio varios pequeños satélites para probar su tecnología, pero es en la
financiación donde está encontrándose con problemas que, según se informaba
este verano, la han llevado a subastar parte del equipamiento de sus oficinas
centrales.
Además de ella,
recientemente se fundó en el Reino Unido Asteroid Mining Corporation, que está
ahora mismo buscando inversores. Es la misma fase en la que se encuentran
también las estadounidenses Aten Engineering y TransAstra Corporation. Ésta
última está construyendo sus instalaciones para que sus ingenieros vayan
desarrollando su propia tecnología.
En Luxemburgo, por su parte,
se ofrecen facilidades para que se instalen allí start-ups dedicadas a este
sector. En 2016, su gobierno aprobó dedicar unos 200 millones de euros de sus
presupuestos para ofrecer financiación y subvenciones a esas empresas,
confiando en que la minería de asteroides traerá al Gran Ducado los mismo
beneficios que acarreó en los 80 ofrecer exenciones fiscales diversas a las
empresas de satélites de comunicaciones.
Si hablamos de aspectos
tecnológicos. uno de los lanzadores de SpaceX, el Falcon Heavy, ya se considera
como una de las piezas de tecnología más importantes para que la minería de
asteroides sea una realidad. ¿Cómo funcionaría una de estas misiones,
realmente?
El esquema sería bastante
parecido para todas las compañías. En una primera etapa, habría que identificar
los asteroides más adecuados, ya sea porque su composición es rica en algún
mineral determinado o porque sus órbitas los sitúan en un camino más corto y
relativamente sencillo desde la Tierra. Esto se haría desde la superficie del
planeta, con telescopios destinados a esta labor o, quizás, se utilizaran los
catálogos de asteroides realizados por las agencias espaciales.
Después, se enviaría una
sonda que estudiara más a fondo el asteroide en cuestión, identificando las
zonas donde el agua, o el platino, o el hierro fuera más abundantes y donde se
pudiera aterrizar.
Con ese mapa del objeto
completo, llegaría la parte más complicada: el envío de un módulo robótico que
pueda tocar tierra en la superficie y empezar a excavar. La escasa gravedad de
los asteroides y su constante movimiento de cabeceo en su rotación hacen que
esa tarea sea la más arriesgada y crucial de resolver. Ha habido dos misiones
espaciales que han intentado exactamente eso, con resultados relativamente
exitosos. La más reciente fue Rosetta, de la ESA, que envió al pequeño
aterrizador Philae a la superficie de un cometa. El módulo no consiguió
anclarse a la primera y rebotó hasta conseguir sujetarse con dos de sus cuatro
patas, lo que sirvió para realizar parte de los estudios que tenía programados.
La misión, sin embargo, que
más interés puede tener para las futuras minas en asteroides es la japonesa
Hayabusa. La sonda debía aterrizar brevemente sobre el asteroide Itokawa,
extraer muestras y regresar con ellas a la Tierra. Que, simplemente,
consiguiera enviar dichas muestras de vuelta ya fue un triunfo teniendo en
cuenta todos los problemas que sufrió en su misión. Cuando la cápsula de las
muestras fue recuperada por los técnicos de JAXA, ni siquiera se sabía si
contendría algo. Pero lo había, razón por la que, actualmente, hay una Hayabusa
2 estudiando otro asteroide, Ryugu, del que se espera que sus muestras regresen
a la Tierra en 2020.
Y luego está OSIRIS-REx,
misión de la NASA lanzada en 2016 que debe traer de vuelta unos dos kilos de
material del asteroide Bennu. Está previsto que llegue a su destino el próximo
mes de diciembre y puede ser lo más aproximado a un "ensayo general"
de una operación minera en el espacio que se pueda ver.
Grandes
riesgos, grandes beneficios
Estas misiones han mostrado
que se pueden extraer materiales de asteroides, aunque conlleve todavía un
componente de riesgo e incertidumbre bastante alto, pero la promesa de grandes
beneficios impulsa a estas empresas dispuestas a potenciar la exploración del
espacio mientras ganan dinero.
Planetary Resources ha
conseguido probar en el espacio, a través de dos nanosatélites, un par de
tecnologías necesarias para el estudio de la composición de los asteroides,
pero también se ha visto en problemas al no poder asegurar una nueva inyección
de fondos a través de una multinacional minera. Y luego está el tema legal.
Los tratados internacionales
aprobados desde 1967 sobre el uso del espacio prohíben que ninguna nación o
particular reclamen derechos de propiedad sobre ningún objeto celeste, pero no
se especifica nada acerca de la explotación de recursos no sólo en asteroides,
sino en la misma Luna, de la que se ha hablado a menudo que el helio-3 presente
en su superficie sería una solución para los problemas energéticos de la
humanidad. ¿Qué pasaría si una empresa privada consiguiera aterrizar en un
asteroide y extraer minerales?
El experto en derecho
espacial Chris Newman, de la Universidad de Sunderland, explicaba a The
Guardian que "la manera en la que una compañía privada podría imponer su
derecho a la minería es a través de un tribunal nacional. Al fallar un
veredicto, ese tribunal podría ejercer derechos de soberanía contrarios al
Tratado del Espacio Exterior. Sólo sabremos cómo resultaría esto si se prueba
en un juicio".
A estos potenciales
conflictos legales, y de soberanía nacional, habría que añadir las
consecuencias que la extracción de minerales de asteroides podría tener para la
economía mundial. Así lo apuntaba Wired al recoger una simulación que varios
estudiantes de la Universidad de Tel Aviv habían hecho al respecto. De acuerdo
con sus trabajos, el primer cargamento de metales procedente de un asteroide
que volviera a la Tierra, con grandes cantidades de oro y platino, podría hacer
caer el precio del oro en un 50%, y ocurría lo mismo con el resto de minerales
extraídos en el espacio.
Todos estos riesgos y
potenciales problemas palidecen ante la promesa de las riquezas que las
empresas mineras obtendrían de su explotación. Si la producción anual de
metales sin procesar en la Tierra alcanza los 660.000 millones de dólares
anuales, los extraídos de asteroides se moverían en 700 quintillones. Esto es
el equivalente a 100.000 millones de dólares por habitante del planeta. Sin
embargo, por ahora, es un negocio que se encuentra más en la fase de desarrollo
que en visos de convertirse en realidad a corto plazo.
Fuente: https://www.xataka.com/