20 de febrero de 2024




El 18 de febrero de 1855, República Dominicana es reconocida como Estado independiente y soberano por el Reino de España, mediante la firma del Tratado de Reconocimiento, Paz, Amistad, Comercio, Navegación y Extradición entre ambos Estados, cumpliéndose justamente 169 años. En representación del país firmó Rafael María Baralt Pérez (1810-1860), reconocido filósofo, historiador, periodista y filólogo, quien nació en la tierra de Simón Bolívar, pero era hijo de la dominicana Ana Francisca Pérez Baralt. Hizo todas las gestiones y negociaciones que le había recomendado el patricio Matías Ramón Mella, en Madrid, en ocasión de su misión a España en 1853, para lograr dicho reconocimiento.


La concertación del referido tratado se debió, por un lado, a los intereses de España en el Caribe, que habían cambiado como consecuencia de la presencia estadounidense en la región y en el país, y a las continuas amenazas de las invasiones haitianas. Este, constituyó el sexto tratado de reconocimiento que el Estado dominicano había suscrito desde su surgimiento, representando dicha firma un paso de avance en la tan anhelada búsqueda de reconocimiento que caracterizó la historia de la Primera República. Para España representó una consolidación de su presencia en la región caribeña, donde solo tenía a Cuba y Puerto Rico. Cabe señalar, que desde el 9 de febrero de 1822, los fuertes lazos de España con esta parte de la isla estuvieron distantes y gélidos, por lo que la firma del Tratado Dominico-Español permitió una oportunidad para reanudar los vínculos con su excolonia y fortalecer su hegemonía frente a las potencias rivales como plantea también Luis Alfonso Escolano (2010).


En materia de geopolítica, el tratado fue tan importante para España, que luego de la ratificación, la Corona española procedió a enviar sendas notas diplomáticas de notificación de la Real Orden Circular, mediante la cual el señor ministro de Estado comunicaba a las legaciones y consulados de España, la entrada en vigor del Tratado de Reconocimiento. Según las informaciones disponibles en el Archivo Nacional de Madrid, fue el más difundido, lo cual refleja la dimensión de la política exterior española a nivel mundial y el mecanismo de comunicación que tenía España con sus representaciones en el exterior y en sus excolonias. 


Valga resaltar, que en cuanto al instrumento internacional suscrito, España había adoptado desde inicios del siglo XIX, cuando comenzó el proceso de emancipación de los pueblos de América, unos formatos en la redacción y negociación de los tratados de reconocimientos en ánimo de mantener la cultura, religión e idioma españoles. De acuerdo con Almudena Delgado Larios (2009), esos tratados seguían un estilo, forma y temas similares con los nuevos Estados nacientes, que establecían temas relacionados con: reconocimiento, nacionalidad, súbditos españoles, asuntos religiosos, militares, de comercio y navegación, entre otros. 


Sin embargo, y como sostuvo José Gabriel García (1968), el tratado firmado con República Dominicana tuvo sus diferencias, pues fue el más extenso; contenía 47 artículos, y la negociación se llevó a cabo en solo 44 días. Asimismo, fue ratificado por el gobierno de Pedro Santana y Familias, el 9 de mayo y el 2 de agosto por la reina Isabel II, efectuándose el canje de ratificaciones el 19 de agosto de 1855. 


La puesta en ejecución del Tratado Dominico-Español, conllevó la designación de representantes diplomáticos, por lo que el plenipotenciario dominicano en Madrid, Rafael María Baralt, recomendó a su conocido amigo y compañero de la Real Academia Española (RAE), Antonio María Segovia e Izquierdo (1808-1874), quien fue nombrado como Cónsul General y Encargado de negocios en Santo Domingo el 21 de julio de 1855, con el sueldo de 60.000 reales. Llegó al país el el 27 de diciembre de 1855, luego de un viaje largo y penoso, como él mismo relata en el informe diplomático de su llegada. Su misión principal en ese momento era la de comunicar al Gobierno dominicano el reconocimiento de la independencia de la República Dominicana por parte de la Corona de España, y de hacer entrega del Tratado Dominico-Español debidamente ratificado. De igual modo, tenía por instrucciones condecorar al presidente Pedro Santana Familias con la Orden Gran Cruz Isabel La Católica.


A pesar del espíritu del tratado y de las bondades que representó para ambos Estados en sus relaciones bilaterales, la implementación del mismo trajo consigo malas interpretaciones y malestares políticos a nivel nacional e internacional, pues, las acciones del cónsul Segovia Izquierdo en el país, a partir del tratado en cuestión, fueron, como se señala en la historiografía dominicana,  intensas e intervencionistas, y en un breve tiempo de su gestión en Santo Domingo,  marcó un período de la historia dominicana.



Por Lucy Arraya


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18 de febrero de 1855: España reconoce independencia dominicana




El 18 de febrero de 1855, República Dominicana es reconocida como Estado independiente y soberano por el Reino de España, mediante la firma del Tratado de Reconocimiento, Paz, Amistad, Comercio, Navegación y Extradición entre ambos Estados, cumpliéndose justamente 169 años. En representación del país firmó Rafael María Baralt Pérez (1810-1860), reconocido filósofo, historiador, periodista y filólogo, quien nació en la tierra de Simón Bolívar, pero era hijo de la dominicana Ana Francisca Pérez Baralt. Hizo todas las gestiones y negociaciones que le había recomendado el patricio Matías Ramón Mella, en Madrid, en ocasión de su misión a España en 1853, para lograr dicho reconocimiento.


La concertación del referido tratado se debió, por un lado, a los intereses de España en el Caribe, que habían cambiado como consecuencia de la presencia estadounidense en la región y en el país, y a las continuas amenazas de las invasiones haitianas. Este, constituyó el sexto tratado de reconocimiento que el Estado dominicano había suscrito desde su surgimiento, representando dicha firma un paso de avance en la tan anhelada búsqueda de reconocimiento que caracterizó la historia de la Primera República. Para España representó una consolidación de su presencia en la región caribeña, donde solo tenía a Cuba y Puerto Rico. Cabe señalar, que desde el 9 de febrero de 1822, los fuertes lazos de España con esta parte de la isla estuvieron distantes y gélidos, por lo que la firma del Tratado Dominico-Español permitió una oportunidad para reanudar los vínculos con su excolonia y fortalecer su hegemonía frente a las potencias rivales como plantea también Luis Alfonso Escolano (2010).


En materia de geopolítica, el tratado fue tan importante para España, que luego de la ratificación, la Corona española procedió a enviar sendas notas diplomáticas de notificación de la Real Orden Circular, mediante la cual el señor ministro de Estado comunicaba a las legaciones y consulados de España, la entrada en vigor del Tratado de Reconocimiento. Según las informaciones disponibles en el Archivo Nacional de Madrid, fue el más difundido, lo cual refleja la dimensión de la política exterior española a nivel mundial y el mecanismo de comunicación que tenía España con sus representaciones en el exterior y en sus excolonias. 


Valga resaltar, que en cuanto al instrumento internacional suscrito, España había adoptado desde inicios del siglo XIX, cuando comenzó el proceso de emancipación de los pueblos de América, unos formatos en la redacción y negociación de los tratados de reconocimientos en ánimo de mantener la cultura, religión e idioma españoles. De acuerdo con Almudena Delgado Larios (2009), esos tratados seguían un estilo, forma y temas similares con los nuevos Estados nacientes, que establecían temas relacionados con: reconocimiento, nacionalidad, súbditos españoles, asuntos religiosos, militares, de comercio y navegación, entre otros. 


Sin embargo, y como sostuvo José Gabriel García (1968), el tratado firmado con República Dominicana tuvo sus diferencias, pues fue el más extenso; contenía 47 artículos, y la negociación se llevó a cabo en solo 44 días. Asimismo, fue ratificado por el gobierno de Pedro Santana y Familias, el 9 de mayo y el 2 de agosto por la reina Isabel II, efectuándose el canje de ratificaciones el 19 de agosto de 1855. 


La puesta en ejecución del Tratado Dominico-Español, conllevó la designación de representantes diplomáticos, por lo que el plenipotenciario dominicano en Madrid, Rafael María Baralt, recomendó a su conocido amigo y compañero de la Real Academia Española (RAE), Antonio María Segovia e Izquierdo (1808-1874), quien fue nombrado como Cónsul General y Encargado de negocios en Santo Domingo el 21 de julio de 1855, con el sueldo de 60.000 reales. Llegó al país el el 27 de diciembre de 1855, luego de un viaje largo y penoso, como él mismo relata en el informe diplomático de su llegada. Su misión principal en ese momento era la de comunicar al Gobierno dominicano el reconocimiento de la independencia de la República Dominicana por parte de la Corona de España, y de hacer entrega del Tratado Dominico-Español debidamente ratificado. De igual modo, tenía por instrucciones condecorar al presidente Pedro Santana Familias con la Orden Gran Cruz Isabel La Católica.


A pesar del espíritu del tratado y de las bondades que representó para ambos Estados en sus relaciones bilaterales, la implementación del mismo trajo consigo malas interpretaciones y malestares políticos a nivel nacional e internacional, pues, las acciones del cónsul Segovia Izquierdo en el país, a partir del tratado en cuestión, fueron, como se señala en la historiografía dominicana,  intensas e intervencionistas, y en un breve tiempo de su gestión en Santo Domingo,  marcó un período de la historia dominicana.



Por Lucy Arraya